lunes, 28 de enero de 2008

UNA HISTORIA DE TANTAS

No es algo nuevo lo que os voy a contar, es una de tantas historias de amor a las que la sociedad de hoy en día nos tiene acostumbrados, en concreto la de este relato no duró años, ni meses, ni siquiera días, pero quizá ahí radica su belleza en que no hubo tiempo para romper la magia, pues esta historia tan solo duró una noche :

Era una como tantas noches de jueves, en las que tanto él como ella hicieron su recorrido habitual; ella recordando los andares de su pasado y él viviendo su presente; se mezclaron fruto de la casualidad; ya se sabe, amigos comunes; y sí, hablaron, aunque no excesivamente. Ella no sé fijo en él, y tampoco creo que él en ella; sólo sé que tan sólo las palabras de él resuenan todavía en su cabeza, no fueron frases trascendentes ni las de él ni las de ella; se encontraron en los baños: ella entraba, él salía, y tímidamente se dedicaron una sonrisa.

-¿Qué paso después?- El bar cerró, anduvieron pues hacia el último abierto esa madrugada; no cayeron en el cortejo, simplemente caminaron pues ya estaba claro lo que les esperaba; entraron y no tardaron en compartir una mirada, de esta surgió un beso y a este le prosiguieron varios. “ Ya era hora, como en toda historia de dos ya tocaba”

Caminaron presurosos hacia su casa. Ella, nerviosa, no callaba; no la intimidaba él sino otras cosas que pensaba, como porque llevaba tacones si nunca los usaba. Ella se dio cuenta y le preguntó : - ¿Por qué no me callas? Él la besó y continuaron su bajada.

Un tiempo después, entre caricias y besos se desnudaban, hubo sexo sí, pero notó que congeniaban. Se sintió tan cómoda que de besarle no paraba, le apretaba entres sus brazos y cuando él dormía ella le miraba. También se durmió al fin, y al despertar temió que se esfumara toda esa comodidad que sintió de madrugada; le miró, ahora ya no estaba borracha, le abrazó fuerte y lo beso en la cara, se acomodo en su pecho mientras lo acariciaba, cerró los ojos y deseo que no acabara; De repente él dijo : - Quédate un rato, no te vayas. Pero ella debía marcharse y le rogó que la insultara, pues le sería más fácil irse si estaba enfadada, para olvidar con ese insulto lo bien que se encontraba.

Se marchó. No lo dudéis esta historia así se acaba, así me la contó ella y así será contada. ¿Qué pensó él? De eso, yo no sé nada: un jueves como otro, una chica con la que se acostaba. Ella muchas veces fue como él, pero esta vez no; y se sintió aliviada, al ver que su corazón todavía funcionaba, pues hacia tiempo ya, que no latía; solo bombeaba.

Una historia como tantas que no acabaron en nada, pero nos hace sentir vivo al luchar por olvidarlas.

1 comentario:

MoZ dijo...

Muy bonito, sobre todo lo que dices de que nos hace sentir vivos el luchar por olvidar esas historias... Yo no sé si me hacen sentir más vivo o más muerto, en fin...

Bikos ;)